Ser memoria
El dolor juega a favor del olvido, el miedo apuesta al mismo bando y ambos atentan contra la memoria. El desconocimiento, la lástima y la necedad la destruyen definitivamente.
Por Fernando Borroni
La memoria es la capacidad de recordar aseguran quienes entienden de la materia. Y seguramente así sea en el mundo de la psicología, la neurología o vaya a saber en qué mundo. Pero la memoria política no es lo mismo o, si se quiere, es bastante, muchísimo más.
Si la memoria es simplemente la capacidad de recordar, la “memoria política” es la capacidad de recordar y hacer algo con ese recuerdo. Hacer de ese recuerdo un accionar político que involucre lo colectivo y que le dé sentido en el presente a aquella significancia del pasado. El sólo recuerdo forma parte de un “patrimonio de orden psicológico personal”, la memoria, sin embargo, forma parte de un patrimonio de orden político y colectivo.
Los recuerdos suelen ser selectivos, los traen al presente cierta nostalgia, en otros casos alguna frustración y no pocas veces maravillosas vivencias. En fin, los caminos de los hechos del pasado hacia el mundo del presente tiene variados y disímiles sendas. Cada uno de ellas viciadas por una subjetividad senti-pensante que a veces los oculta y otras los desnuda.
El dolor juega a favor del olvido, el miedo apuesta al mismo bando y ambos atentan contra la memoria. El desconocimiento, la lástima y la necedad la destruyen definitivamente.
Pero como dijimos que la memoria política no es sólo recuerdo, sino “una acción a partir de ese recuerdo” es que afirmamos que la memoria se milita, porque no existe futuro posible si no nace de un presente que haya aprendido del pasado y esto es simplemente un principio ideológico que ha de construirse.
Es oportuno pensar a la cultura china y su referencia al pasado y al futuro que nada tienen que ver con el mundo occidental. Para dicha cultura el pasado está por delante y el futuro por detrás. ¿Por qué? Porque al pasado pueden contemplarlo porque es experiencia, es lo vivido, lo conocen, pueden visualizarlo desde lo emotivo y lo racional. Es parte de su historia, de su ser. En cambio el futuro lo desconocen, no lo ven, apenas pueden imaginarlo, deambula en el territorio de los sueños, de lo posible, no lo han vivido, no pueden avistarlo con la nitidez que sólo expresan los hechos, por lo tanto lo ubican a sus espaldas.
Por eso lo más importante de su quehacer cotidiano está en su historia, en las costumbres que de ella emanan. Caminan con el pasado por delante, no como obstáculo, sino como aprendizaje.
El ejercicio de la memoria es un proceso de educación política y así debe ser entendida. Recordar a los 30 mil aporta poco a la construcción política. El preguntarnos por qué desaparecieron, qué país deseaban, qué valores defendían le da volumen político a ese recuerdo. Por lo tanto es imposible prescindir de sus vidas, de sus batallas, de sus historias para hacer memoria.
Seguramente muchos hemos gritado, en más de una oportunidad por los 30.000 compañeros detenidos desaparecidos y al finalizar esa proclama aseguramos: «¡Presente. Ahora y siempre!» ¿Cuál es su presencia? ¿Sólo el recuerdo? No. Su presencia significa mantener viva su lucha y en ella a ellos. Eso es ejercitar la memoria, tomar la posta, de una u otra manera.
Lo presente no es su nombre y apellido, sino su identidad como seres políticos. “Tenemos memoria de la sociedad que ustedes quisieron construir, con qué país soñaban, con que valore querían hacerlo realidad….Tenemos memoria de su juventud, de esa juventud maravillosa que les fue extirpada en un instante, tenemos memoria de su amor por la política, tenemos memoria de su compromiso por los postergados y los marginados de siempre. Tenemos memoria por lo han puesto en juego, tenemos memoria de su resistencia y por todo esto es que recordamos vuestros nombres. Y nos decimos compañeros porque continuamos con su lucha.
La memoria forma parte de nuestra identidad política. Somos lo que hacemos, somos lo que otros, idénticos a nosotros, han hecho en el pasado y hoy decidimos continuar y somos también lo que deseamos ser a partir de lo que fuimos y somos.
Será por todo esto que cuando asumió Néstor Carlos Kirchner, en su primer discurso presidencial, un 25 de mayo del 2003 aseguró: «Formo parte de una generación diezmada, castigada con dolorosas ausencias, me sumé a las luchas políticas con valores y convicciones a las que no pienso dejar en la puerta de entrada de la Casa Rosada. No creo en el axioma de que cuando se gobierna se cambia convicción por pragmatismo, eso constituye en verdad un ejercicio de hipocresía y cinismo. Soñé toda mi vida que este país se podía cambiar para bien, llegamos sin rencores pero con memoria, memoria no sólo de los errores y horrores del otro, sino también en memoria sobre nuestras propias equivocaciones. Memoria sin rencor es aprendizaje político, balance histórico y desafío actual de gestión».
En este fragmento, tan recordado, del discurso de Kirchner el ex presidente desnuda en pocas líneas su procedencia política y al mismo tiempo se posiciona de manera inequívoca en el escenario político. Se asume parte de la generación de nuestros desaparecidos y pone de relieve aquello que traía consigo: la memoria sin rencor y como aprendizaje. Durante su gobierno demostró que lo dicho aquel día patrio sería el entramado fundamental de su política de gobierno.
Bajó los cuadros de los genocidas, recuperó las ESMA y más de 50 Centros de detención ilegal, derogó la ley de obediencia debida y punto final, lo mismo hizo con el indulto. Inició los Juicios por la verdad y Videla murió preso sentado en el inodoro de su celda.
¿Todo esto se logró por la sola decisión de un hombre? No. Ese hombre que tomó las decisiones que tomó no hizo otra cosa que poner la política al servicio de los reclamos populares. El «Nunca más con Néstor Kirchner, fue Nunca más».
¿Estallido social o implosión?
En los últimos días rondan muchas hipótesis que sostienen que «esto estalla» porque el ajuste no da para más. Sin embargo, hay algo peor que un estallido: una implosión.
03/03/2024
*Por Emiliano Gullo y Nahuel Sosa (Publicado originalmente en Tiempo Argentino)
¿Y esto cuándo estalla? Cuánto más pueden aguantar los barrios populares, donde tienen que elegir -en el mejor de los casos- si almuerzan o cenan. ¿Y la clase media? ¿Cuánto más va a seguir sosteniendo a este presidente? Un estallido es un momento disruptivo que condensa un proceso político, económico y social que supera un límite. Es distinto a una revolución ya que no supone, necesariamente, un cambio estructural del modelo vigente o una subversión del orden. Un estallido genera las condiciones para que se sinteticen demandas insatisfechas y cobren un sentido político que luego se materialicen en transformaciones.
Tampoco es que sucede todo en un día D. Como la erupción de un volcán, que puede carburar durante años antes de que la lava brote a la superficie, previo al estallido hubo revueltas, tensiones, focos de conflictos y crisis. El año 2001 marcó un punto de inflexión en la historia argentina. Las fechas 19 y 20 de diciembre están impregnadas en la memoria colectiva, es imposible disociarlas: las cacerolas, el helicóptero, las balas de goma y la Plaza de Mayo.
Pilar Calveiro (politóloga, doctora en Ciencias Sociales) sostiene que las memorias son un ejercicio y que no pueden ser neutrales. Pero sí pueden ser funcionales o resistentes al poder. En este caso, el estallido del fin del gobierno de De la Rúa provocó una resistencia que hasta el día de hoy sigue influyendo, especialmente cuando se trata de enfrentar políticas de ajuste a los sectores medios y a los sectores populares. El gobierno de Milei aceleró los tiempos en todos los aspectos. Políticas de ajustes brutales, discursos de odio permanente, violencia política en ascenso y una comunicación política basada en los ataques a cualquier opositor son parte del repertorio cotidiano de esta nueva etapa.
Por eso, no es casualidad que cobre cada vez más fuerza la pregunta: ¿ Hasta cuándo se puede aguantar esto? En principio, muchos consideran probable la hipótesis de una explosión en el corto y mediano plazo. Es lógico el planteo si se tiene en cuenta que en la historia de América Latina -tanto en el siglo XX como en el XXI- los estallidos no son una excepción. Por el contrario, han sido parte de las consecuencias que suelen dejar este tipo de políticas económicas y sociales. No obstante- y acá la paradoja- pueden incluso no suceder en este escenario y que las formas de resistir sean sectoriales, segmentadas, sin capacidad de perforar el muro simbólico que, al menos por ahora, recubre y protege el núcleo central de la derecha mesiánica. Este domo de cristal en el que la sociedad está hoy encapsulada se sostiene en las narrativas del sacrificio individual. Es, en un punto, una agudización de la perversidad del sistema. Si en los noventa el discurso era “el Estado no funciona”, ahora el mismo sintagma termina con “y no deja que yo me pueda sacrificar”. Y ahí la pieza que completa el sistema mesiánico. Porque una persona no se convierte en el mesías sólo con un acto de voluntad. La capacidad del mesías reside en detectar reclamos y necesidades que palpitan -subrepticias- en el tejido popular y convencerlas que para esos problemas sólo él- el mesías- tiene la respuesta. No se trata de un apoyo al plan de ajuste sino de casi una necesidad ferviente de ser ajustado. De ser sacrificado. Un mito griego. Suéltame, Estado, deja que me pueda tirar al barranco. Los dioses valorarán mi heroicidad. Por eso la advertencia durante la campaña por el balotaje no funcionó. Cuidado, vienen por nuestras escuelas, por nuestros salarios, por nuestra salud, por nuestra industria, por nuestra memoria. Todo hay que sacrificarlo. “Sólo si matas a tu hija, la marea se calmará y podrás navegar hasta Troya. Eso pide Poseidón”, le dijo su sacerdote al rey Agamenón, cuenta Homero en La Ilíada. Y el rey de Micenas obedeció.
Pero la lava que no encuentra salida para emerger no se extingue. Hoy estamos frente a la contracara de un estallido, que es una implosión. Y aquí sucede lo contrario. No hay síntesis, no hay descarga colectiva. Hay un proceso interno de fragmentación total, de violencia social y de violencia política. Esta situación conlleva a una guerra de pobres contra pobres, de descomposición de la democracia y de una incertidumbre generalizada. No está claro que camino puede tomar ni cuánto puede durar. Las frustraciones se vuelven moneda corriente y se canalizan en el otro. Y ese otro es un adversario construido por la propia extrema derecha como una amenaza, es el culpable del deterioro. Es el kuka, el planero, la feminazi, la runfla, la casta, el gobernador feudal, los diputados Así, es lo mismo un desocupado que un legislador. Ambos son la casta porque casta es todo el que cuestiona al elegido. Casta es, siguiendo la teoría del mesías, el hereje. ¿Y qué se hacía con los herejes?
Algo más…
* POR EL INDIO ZABALA
Viernes 2 de febrero de 2024
En la Casa de la Democracia (el Congreso de la Nación)
se está discutiendo el precio de la Patria…
Ante esta locura de remate hay quienes pegan el grito
de alerta
mientras otros y otras cacarean de lo lindo augurando
un futuro mejor…
En las otras casas, las de familia, donde nace la verdad
el Pueblo hace malabares cuando quiere parar la olla.
Esto sucede en la Argentina un país que podría
producir alimentos para toda la América Latina…
El gobierno ganó las elecciones con una motosierra
como emblema, destinada según dijo, a la casta…
Millones le dieron el voto creyendo estar detrás
de la espada y la cadena de corte y no delante…
Después de recibir los votos el gobierno se burló
haciendo que las grandes mayorías multipliquen
frustraciones..
Un grupito, los autores del libreto, festeja y festejó,
son los que tienen la vaca atada, los hombres del
dólar, los insaciables, los que ahora exigen el litio,
las mejores tierras y Vaca Muerta también…
Mientras tanto un sinnúmero de quienes le dieron
el voto a un Frankestein mediático, con tal de no
votar un gobierno popular, andan corriendo detrás
de las ofertas de la cuenta DNI…
Todo es como en aquel tiempo romano, pero al revés:
La consigna de pan y circo ha sido transmutada en un
circo sin pan….
La política es la única herramienta que tiene el Pueblo
para crecer, por eso el Poder inclina la cancha con
mentiras, represión y ante todo, odios…
La moneda del futuro gira infinita buscando un camino,
la memoria en su huella digital tiene la respuesta…
Quienes amamos de veras este suelo deberíamos
hacer algo más que multiplicar las quejas y los tik tok:
Por ejemplo apagar las pantallas y encender todas las
calles del horizonte con nuestra Historia Verdadera…
Volvieron (Fragmento del libro «La inquisición Neoliberal»)
Volvieron y la Argentina cambió. Volvieron y retrocedimos por lo menos 60 años en nuestra historia.
Volvieron para endeudarnos y hacer negocio con ello, a costa del hambre de nuestros pibes; porque es el hambre la llanura en donde reposa el neoliberalismo.
Volvieron para instalar un nuevo orden civilizador que acalle definitivamente a la barbarie.
Algo más de dos años siendo gobernados por cínicos autoritarios, perversos, corruptos y mentirosos.
De eso trata este libro…
De los días en que vimos a los “propios” dejar de serlo para recordarnos que la historia también la escriben los traidores, y que este presente tiene de su pluma.
Volvieron para desaparecer a la política, como en algún tiempo desaparecieron a sus militantes.
Por eso estigmatizan, persiguen, prohíben y encarcelan. Por eso los CEO apoyan sus traseros sobre nuestros derechos, mientras algunos dirigentes autodenominados “de oposición” apoyan los suyos frente a sus notebooks y desde allí aseguran estar dando la “batalla final”.
De esto también, habla este libro…
Del testimonio de ver como los que siempre tuvieron más, engordan tanto más y de cómo reciben los aplausos de quienes cada vez tienen menos.
Volvieron para extirparnos, con espasmódico dolor, aquellos derechos que parimos con tanto esfuerzo y felicidad. Regresaron para transferir nuestros recursos a sus empresas. Millones y millones de dólares que sacan de nuestras vidas cotidianas, para extrapolarlas a sus paraísos fiscales.
De esto también dan cuenta estas páginas…
Volvieron de la mano del único poder perpetuo en la Argentina, el monopolio Clarín y sus bufones, que nos empujan como lo han hecho a lo largo de su historia, hacia un mundo donde el infierno sabe acogedor, y el cielo es presidido por el demonio.
Trajeron consigo la censura, el apriete, el silencio impuesto, la manipulación y la distracción como herramienta para atontar e intimidar a toda una sociedad.
De derrotar esa censura se trata, y de recuperar la palabra que agoniza ante tanta vejación.
Volvieron para reprimirnos…la libertad, los derechos, las oportunidades, las expresiones, los colores, las formas, las reacciones y a nuestro cuerpo. Y de paso a matarnos por la espalda.
De estas broncas es la tinta que aquí se inscribe…
De las de nuestra niñez que sigo soñando con salir de pobres mientras le roban su mejor herramienta; la educación.
De la de nuestros jóvenes que, a los tropiezos, entre el desempleo y la incertidumbre cargan la cruz de la estigmatización.
De la de nuestros adultos que se aferran a las persianas de las fábricas para que no caigan para siempre.
De la de nuestros jubilados por una vida sin remedios, con salarios de hambre, contando los días…
¿Para qué de las palabras que con profunda convicción aquí se guardan?
Para que la meritocracia no enferme nuestro ser y para que este le gane la batalla al parecer. Para que el individualismo no nos haga olvidar que en lo colectivo está la clave y la belleza, y así darle forma, definitivamente, a la batalla de fondo: la cultural.
Y para resistir frente a este país viejo que hoy somos y volver a ese país nuevo que fuimos.
Porque los pueblos siempre vuelven, más temprano que tarde…
En estas páginas hay un manojo de ideas que no se agotan en sí mismas. Algunas dichas desde un micrófono, otras acunadas en las reflexiones colectivas con las que uno se ha formado. Ninguna de ellas buscan constituirse como verdades absolutas, todo lo contrario, esconden en su latido la más honesta intención de ser la punta de un ovillo del cual tirar para hallar más y más voces. Todas han sido escritas desde la profunda convicción que de sentirnos identificados con ellas pueden ser la punta de una lanza que hiera de muerte a este modelo de hambre y explotación.
Ojalá se cumpla el único objetivo que este libro tiene, el de ser un grito en medio de tanto silencio impuesto…

Carlitos y Graciela (Fragmento del libro «La inquisición Neoliberal»)
Carlos Tevez, el 10 de Boca Juniors y Graciela Fernández Meijide, la ex funcionaria de la Alianza, son el más doloroso paradigma de esto.
El futbolista boquense no ha perdido una sola oportunidad de halagar a Mauricio Macri, siempre se ha mostrado agradecido a su persona por los favores futbolísticos y económicos que este le facilitó. Cuando a principio del 2018 las hinchadas del futbol argentino cantaban con entusiasmado fervor, lo que se dio a conocer como el hit del verano (MMLPQTP) y cuando el descontento con el presidente era inocultable, Carlitos salió a trabar la pelota para darle el pase a Mauricio. Invirtiendo la carga de la prueba sentenció: “Hay un nivel de agresividad hacia Mauricio muy grande. Macri está buscando encaminar el país”. Nunca esconde su afecto por el presidente y no duda en salir en su defensa en cuanto oportunidad se le ofrezca.
Graciela Fernández Meijide por su parte, cuando se dio a conocer la noticia de que el genocida Alfredo Astiz tenía grandes posibilidades de obtener el beneficio de la prisión domiciliaria, no se demoró ni 24 hs. en salir a respaldar al “ángel rubio”.
“A Astiz deberían darle prisión domiciliaria con pulsera electrónica, que pueda atenderse y estar cuidado por la gente que designe él o su familia”
Increíble, una madre de un joven desaparecido y asesinado por la dictadura, reclamando por sus asesinos.
¿Qué tienen en común Tevez y Meijide? Que ambos terminaron siendo abogados defensores de los responsables de que una parte de su vida haya sido tan dolorosa, de la ausencia inexplicable, de la falta de derechos.
“El Apache” tuvo una infancia marginal en el barrio Ejercito de los Andes, Ciudadela, Provincia. de Bs As conocido popularmente como Fuerte Apache (de allí su apodo) donde paso hambre, frío y todo tipo de necesidades. Donde cada noche al escuchar los disparos que venían de afuera, a causa de alguna trifulca, temblaba de miedo. Muchos de sus amigos continúan viviendo en esa situación de marginalidad y miedo.
Pero hoy, en este presente millonario, gracias a las cifras inmorales que paga el fútbol mundial aplaude a quien desde sus políticas genera uno, dos y tres Fuerte Apache.
Carlos Tevez tomó el discurso de su opresor y lo hizo propio. Paso de ser “el jugador del pueblo” como lo supieron vivar las hinchadas del barrio y el tablón, al “jugador del CEO” como alguna vez sintetizó con exactitud el brillante colega, Sergio Altieri.
Pareciese que el barro de los botines se les secó bastante rápido y como ahora brillan por las luces de los flashes le cuesta recordar de donde viene.
Fernández Meijide recorrió el mismo camino. Reclamó por un asesino, lo que este le negó a su hijo, Pablo Enrique Fernández Meijide militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) quien fuera secuestrado en la madrugada del 23 de octubre de 1976, cuando solo tenía 17 años. Y no pidió por cualquiera de ellos, sino por uno de los más emblemáticos, el mismísimo Astiz que se infiltró entre las madres para ganar su confianza y cariño, para luego secuestrar, torturar y asesinar a sus hijos. El mismo que durante sus testimonios en los juicios por la verdad reivindicó el terrorismo de Estado en toda su dimensión, las desapariciones y hasta el robo de bebes. El más monstruoso de entre los monstruos recibía de la madre de un desaparecido el pedido de “comprensión y respeto”
No extraña de la ex funcionaria, si recordamos que en agosto del 2016 ya había pedido que se le reduzcan las penas a los represores que colaborasen con la justicia. En más de una oportunidad había criticado la política de derechos humanos del kirchnerismo.
Si alguien necesitas una prueba de cómo el poder puede perforar la construcción de sentido de cada uno de nosotros, hasta el punto de convertir a un despreciado por ese poder y a una madre de un asesinado por ese mismo poder, en dos de sus mejores soldados; miren a Carlos y Graciela.
En algún punto son también víctimas, que no se bancan asumirse como tales, entonces prefieren transformarse en victimarios.
Sus palabras no pasan desapercibidas. Las del habilidoso futbolista le dan aire a una política que viene por más y más pobres, pero distintos a él, porque el modelo no quiere que el pobre salga de pobre. Tevez es una excepción.
Y los dichos de la ex ministra delaruista, legítima la impunidad y le echa leña al fuego represor e inquisidor de este gobierno.
¿Cómo se puede saltar de un lado al otro, ya no solo de lo que habitualmente llamamos grieta, sino de una herida tan profunda a partir de su propia vivencia?
¿En qué momento dejas de ser vos y tu historia, para ser un triste emisario de los intereses de tu verdugo?
No dudo de que el 10 no olvidó lo que es tener hambre y que Meijide tampoco lo hizo con su hijo. Lo que sí podemos expresar, con profunda desazón, que ambos se han olvidado de que existen otros, que hoy, ahora, en este instante, siguen sufriendo lo que ellos han sufrido, y que no les perturba, porque de hacerlo no saldrían a decir lo que dicen.
Quizás se sobrevalora a la maldad y subestimamos la estupidez, y en verdad estamos más llenos de estúpidos que de malos, y este es un caso. No lo sé.
Lo que sí sé es que de este lado de la grieta se va a seguir haciendo política para que los que viven en Fuerte Apache pueden gozar de todos y cada uno de los derechos que les han sido arrebatados. Como así también se seguirá reclamando y luchando por juicio y castigo a los culpables, también, de la desaparición seguida de muerte de Pablo Enrique Fernández Meijide. ¿Por qué?
Porque a muchos no nos da la gana olvidar, no nos da la gana perdonar, no nos da la gana reconciliarnos. Y no por antojadizos, sino porque somos parte de un pueblo empecinado en transitar el camino de la memoria, la verdad y la justicia y sobre todo porque jamás seremos la bala con el que enemigo le dispare a nuestros compatriotas
De esta manera también trabaja el poder, reclutando a los propios para hacerlos de los suyos.

Populismo (Fragmento del libro «La inquisición Neoliberal»)
… en América Latina el populismo tiene otro significado;
allí significa el protagonismo de los pueblos.
Papa Francisco
Hace ya tiempo que el gobierno encontró una palabra con la que intenta excusarse para echar por tierra todos los derechos conseguidos en los doce años de kirchnerismo. Desde la boca de distintos funcionaros del régimen se viene alertando acerca de la urgencia en salir del populismo, palabra con la que buscan estigmatizar al gobierno anterior.
No existe una definición unívoca para explicar qué es el populismo. Sí existen interpretaciones y algún relato, que construyó por repetición la derecha conservadora y neoliberal, que busca arrinconar con ese término a los gobiernos populares.
Una expresión que cargaron de cierta negatividad y que lograron que sea despreciada por cuanto ciudadano a pie se cruce, de esos con más ganas de salir opinando en la tele que de buscar los conceptos de las palabras.
Preguntémonos entonces: ¿de qué hablan cuando hablan de populismo?
Algunos insisten en que designa una forma determinada de gobernar, ejecutada por liderazgos autoritarios, preponderantes, quienes gobiernan rodeados de militantes rentados para rendirles culto, etc.
¿Pero en verdad a esto se refieren cuando acusan de populista a alguien o a alguna gestión? No.
Cuando hablan de populismo no se refieren sólo a las formas, que por cierto pueden ser variopintas, sino precisamente al fondo.
Cuando ellos mencionan el populismo lo hacen para señalar a hombres y mujeres con un alto poder de conducción, con carismas elogiables, que son escuchados, respetados y puestos en valor por su pueblo. Hablan de proyectos políticos inclusivos que contienen y amplían derechos para las grandes mayorías. Hablan de la cualidad de poder vincular mediante el diálogo a quienes gobiernan y a la sociedad que integran, de cierta complicidad y de un lazo sustentado no sólo en lo verbal sino, y por sobre todo, en la construcción política concreta.
La derecha que critica al populismo, a los gobiernos populares, rotula a sus programas sociales como clientelismo. Es interesante detenerse en este ejemplo porque aquí se ilumina la diferencia de fondo entre los gobiernos de profundas raíces neoliberales y los populares. Utilizan una palabra propia del lenguaje del mercado (cliente) para nombrar lo que en verdad no es más que un hombre o una mujer en pleno ejercicio de un derecho. Ya sea porque la medida en sí misma se constituye como tal o porque, ante la ausencia de éste, el Estado se asume en falta y genera “paliativos” que lleven a su construcción definitiva.
Cuando nosotros queremos definir al populismo, según la mirada de esta derecha retardataria (como toda derecha), debemos preguntarnos frente a que lo confrontan. Porque lo que nos diferencia es también parte de lo que somos unos y otros.
Lo que confrontan son miradas sobre la estructura social, la equidad frente a las posibilidades, el ascenso social, el hombre y la mujer como parte indispensable de una construcción colectiva. Llaman populismo a todo lo que se contraponga a las lógicas del libre mercado, ni más ni menos. El mercado reivindica al sujeto “individuo” meritocrático y consumidor. Frente a ello, los gobiernos populares recuperan la centralidad de un sujeto colectivo que construye derechos. Éste es uno de los surcos que divide aguas.
En el reino del mercado “se es en la media en que se tiene”. Cuanta mayor capacidad de consumo se posea, mayor será el acceso al universo de derechos. Esa posibilidad te la otorga el capital contante y sonante. Sin embargo, en las construcciones populares “se es uno, en la medida en que exista un somos nosotros”. Esta segunda mirada se establece en torno a la ampliación de derechos y por el ejercicio de éstos.
El capital más importante en el campo popular es el trabajo, ordenador social por excelencia. En el mercado se “gana” y se crece por mérito propio bajo la convicción que no todos debemos tener acceso a todo. En cambio, de este lado del mostrador se “gana” como resultado de políticas de Estado inclusivas. Desde el neoliberalismo se desprecia lo que incluye, lo que equipara, lo que iguala y a todo eso lo llaman populismo.
Si acordamos con este análisis habrá, entonces, que reivindicar al populismo. Porque es una posición ideológica, una mirada, una política de gobierno que se vincula directamente con los pueblos porque se sabe parte de ellos. Es lógico que, desde sus prismas, los neoliberales desprecien toda exacerbación de lo popular, que hostiguen el empoderamiento como un ejercicio cotidiano. Tampoco llama la atención que les quite el sueño ser testigos de cómo todo un pueblo marcha a paso firme hacia la construcción de más y nuevos derechos. Y si ese rumbo tiene organización y conducción mucho peor aún.
En nuestra historia, fue la derecha enquistada en los medios de comunicación y en muchas instituciones educativas la que secuestró nuestro lenguaje para redactar uno propio. Repudiar ese lenguaje y sus connotaciones es parte también de la batalla por el sentido.

Ignorancia de clase, una clase de ignorancia (Fragmento del libro «La inquisición Neoliberal»)
La ignorancia es, en muchos casos, una decisión política, enmarcada en una mirada ideología. En muchas sociedades se convive con un conjunto de ideas, de conceptos que hacen a la conformación de una comunidad profundamente ignorante. Existe, por cierto, un desconocimiento sobre la realidad por el cual se opta, una ignorancia que es elegida.
Esa ignorancia es un tipo de ceguera; la ignorancia política por elección es una conducta suicida y representa la cumbre del éxito de la cultura neoliberal. No querer profundizar en la información, no suscribirse al mundo del espíritu crítico, no tener vocación de interpelar, son conductas que hablan de cierta comodidad o de cierto hacinamiento intelectual. No dudar nunca de nada, o siempre y únicamente de los mismos, es parte de esa ignorancia.
¿Por qué una posición política ideologizada? Porque se apoya sobre ideas falaces, llenas de lugares comunes, que se reiteran como muletillas y que, mediante su repetición sistemática, conforman una matriz de pensamiento: “Yo soy apolítico”, “todos los políticos son una manga de chorros”, “el pasado ya fue”, “no te metas”, “los planes son para mantener vagos”… son todas frases que denotan un simplismo injusto, imbécil que evidencian una profunda ignorancia.
Existe un sector social que se contenta con ser un simple vocero del pensamiento de los otros. Un fenómeno que se exacerba cuando, al vociferar aquellas afirmaciones ajenas, se sienten parte de una posición social a la cual no pertenecen y a la que difícilmente accedan. Están convencidos de que cuanto más alejados estén de los problemas sociales y las disputas políticas que estos generan, más tiempo tienen para dedicarle a su mundo propio y abonan su cuota social repitiendo lo que esgrimen aquellos a los que quieren parecerse.
Ignoran que no existe mayor desprecio por el mundo propio que desconocer lo que pasa en el “ajeno”. No hay “adentro” posible si no se convive con un afuera “prójimo”.
La reivindicación de lo individual es la madre de todas las ignorancias, porque sólo con la fragmentación de los parecidos es que se puede avanzar sobre los derechos del pueblo.
No estamos hablando de esa enorme porción de pueblo que, luego de una exagerada, pero inevitable jornada laboral mal paga, se deja absorber por la televisión como una vía de escape “necesaria” y que carecen del tiempo para nutrirse de lo que sucede allí afuera. No nos referimos a quienes no llegan a cumplir con las desconsideradas exigencias que conlleva conocer los tiempos políticos y mediáticos. No hablamos, al fin y al cabo, de quienes sufren la imposibilidad de tener tiempo para ello porque son víctimas de la marginalidad de un modelo que pretende que lo ignoremos todo.
La ideología de la ignorancia a la que hacemos referencia echa sus raíces sobre una profunda insensibilidad y florece en la soberbia. Ignorar para “vivir mejor, con tranquilidad” debe ser de las mayores estupideces del ser humano.
La verdadera ignorancia no es la ausencia de conocimiento, sino el hecho de negarse a adquirirlo. El problema de este tipo de ignorante es que ignora su propia ignorancia.
El odio como expresión emocional es uno de los tantos rostros de esa ignorancia. Cuanto más odio se nos inocule desde el poder, es porque más ignorantes nos quieren. El odio es también un instrumento de dominación.
Esta ideología de la ignorancia es funcional al neoliberalismo, pero al mismo tiempo se constituye como la ignorancia propia de la clase que lo defiende. Tal vez porque la ignorancia de “clase” sea una clase de ignorancia.

Un pueblo llorando a un hombre (Fragmento del libro «Victorias populares»)
Aquella mañana despertó sobresaltado. Un mal sueño le quebró la paz en la que duermen los que sueñan. Percibió un clima enrarecido. El aire, los olores, el silencio. Todo igual que siempre; se dijo. Pero distinto a siempre, advirtió. “Pero el siempre es, ni más ni menos, que un capricho de las emociones, porque en verdad nada es como siempre, ni para siempre, pronunció en voz alta como si una multitud estuviese frente a él ansiosa por escucharlo y aplaudirlo hasta rabiar.
Se rio de sí mismo, como lo hacía cada vez que juega a ser el dirigente de su propia vida.
Abrió la ventana. El afuera era luminoso, cálido, anfitrión de esos días que lo convencían que el adentro no era tan malo.
El sol soberbio en su ardiente altura y el cielo tan antojadizamente celeste, no podían ser presagio de nada malo. La suave brisa que le susurraba al oído le daba esa palabra de aliento siempre necesaria al amanecer.
Puso la pava a calentar. El chillido lo incomodaba. Miró su vieja radio y pensó en encenderla. Sólo imaginar una voz interrumpiendo esa mañana lo aturdía. No lo hizo. La televisión, desde la quietud del rincón y la inutilidad a la que solía invitarlo lo seducía en su perversidad. La miró con desprecio, sin siquiera intentar prenderla y continuó su paso hacia el mate, el único con quien estaba dispuesto a entablar algún tipo de diálogo esa mañana, en donde todo era tan crudamente igual que sabía a distinto.
Él no lo recordaba, pero a decir verdad, algo hacía distinto ese día…
En cualquier momento alguien golpearía con timidez la puerta de su casa para ser invitado a pasar e interrogarlo acerca de su vida. Un desconocido, o una, que le iba a preguntar de qué iba la cosa, cómo vivía, con quiénes, qué hacía, que dejaba de hacer “Es el día del censo nacional”, recordó abruptamente al ver en la mesada su diario de cabecera del dia anterior. Eso lo hacía distinto, confió.
Habían sido mucho los años en que estuvo parado, sin trabajo. Por aquellos días y desde algunos años ya había recuperado su actividad pero aún le costaba diferenciar entre un feriado, un sábado, un domingo, un día no laborable o simplemente un paro.
Los argentinos y argentinas estarían «guardados» en sus casas para, por un minuto, ser visibles, para más tarde ser contados tras unos fríos números. Sería un hermoso día de descanso. En cada casa de las grandes ciudades, en cada remoto pueblo del inmenso territorio argentino, a la hora del mate, cuando las agujas anuncien la mesa familiar, cuando la siesta proponga una partida o cuando el sol comience a caer, el juego de entrevistado -entrevistador se echaría a andar.
Por un instante se entusiasmó al fantasear con que una joven morena, simpática y desprejuiciada sería su censista. “¡Quizás en unos minutos entre por esa puerta una dama, la invite a pasar, se siente frente a mí, y al mirarnos a los ojos, uno a otro, descubramos que nos estábamos buscando sin saberlo, y al fin nos encontramos!” exclamó frente a esa multitud imaginaria con la que habitaba. Volvió a reírse. La soledad en la que vivía le permitía jugar, una y otra vez.
Era un octubre caluroso pero se tenía de beber, de comer y como acondicionarse. Los tiempos en la argentina habían cambiado. Siete años atrás había asumido Néstor Carlos Kirchner a la presidencia de la Nación y por aquellos días del mes de octubre del 2010 una mujer llamada Cristina Fernández avanzaba en una política de ampliación de derechos sólo comparable a los mejores años del peronismo. Nada hacía suponer que ese día sería un punto bisagra en la política argentina y en su vida personal. Pero lo fue. Y él lo percibía, aunque no lo sabía.
El censo nacional sería un buen termómetro de esa argentina que había cambiado tanto a partir de la llegada de ese hombre del sur argentino.
Pensó sobre qué contarle a esa joven, por dónde empezar. Si narrando sus penurias de desempleado que durante 3 años vivió de prestado o de ese hombre nuevo que en los últimos años había consiguió un trabajo digno que le cambió la vida.
Siempre mantuvo viva su pasión por informarse sabía con claridad que los índices de pobreza y de desempleo habían disminuido notablemente, que el salario mínimo se había elevado, que el desempleo había caído abruptamente. Que el crecimiento del país era inocultable y que la pobreza se había reducido a la mitad de cuando el flaco del sur había asumido. Así le decía él a Néstor Kirchner; “el flaco del sur”
Cada vez que discutía sobre política repetía sus dos frases de cabecera: “¡Los argentinos no tenemos más deudas, gracias al flaco del sur! y “¡este tipo metió en cana a los milicos!” eran las expresiones con las que, dichas en un tono adecuado, creía dar por terminadas todas sus discusiones.
El país había cambiado, había que contarlo y plasmarlo en el censo. Se apresuró a la ventana para ver si alguien llegaba. De pronto sintió ganas de hablar, de contar, ya no a esa multitud imaginaria que habitaba sus paredes, sino con una persona real. Es más, él quería que la censista no sepa mucho de historia ni de política, así el podía lucirse.
Él se había reconciliado con la política. En sus 54 años había estado más tiempo alejado de ella, enojado, perturbado que gozando de su compañía. La falta de trabajo lo azotó más de una vez. La imposibilidad de tener su casita y vivir alquilando lo hizo en un par de oportunidades, ya de grande, dejarlo todo y volver a vivir con su madre. Si se detenía a pensar su historia había sido muy dura, más de una vez no tuvo para morfar y el mate cocido por las noches era su único manjar.
“Pero no le voy a contar todo esto a la censista” se prometió mirándose fijo al espejo: “la voy a ahuyentar”. “¡Además hay cosas para celebrar, muchas!”…
Miró el reloj ya eran pasadas las 11 del mediodía, el silencio de su hogar esperaba ansioso ser interrumpido por el timbre que le anunciaría el comienzo de ese momento deseado.
Se acercó a la ventana, las calles estaban desiertas. Respiro profundo y suspiro. No alcanzó a volver a tomar aire que sonó el timbre. Corrió ansioso hasta el portero: “Sí ¿quién es?” “Vengo a hacer el censo” le dijo una voz femenina del otro lado. “Ya le abro” contestó.
Se miró al espejo y se abalanzó excitado hacia la puerta. La abrió. No podía creer lo que estaba viendo, su predicción se había cumplido. Del otro lado estaba ella, tal cual la había imaginado. Joven, sencilla, cargando una pesada mochila que parecía ahogarla, cubiertas sus mejillas por enormes auriculares que garabateaban su belleza. De jeans y con las zapatillas apropiadas para una larga caminata.
Apenas le sonrió: “Me llamo Abril y vengo a censarlo”. No terminó de pronunciar su presentación que se quebró en llanto.
-¿Qué te pasa?, le preguntó sorprendido. ¿Qué te pasa piba? volvió…No encontró respuesta. Sólo la desnuda expresión de un alma desconsolada que no podía detener sus lágrimas. “Pasa, sentate”. Ella estaba inmóvil. El atinó a abrazarla con cierta timidez. Ella dejó caer su rostro sobre su pecho.
-¿Qué te pasa? volvió a preguntarle.
-“Se murió”.
-¿Qué? ¿Quién?
-“Se murió Néstor”, respondió ella en voz baja.
-¿Qué Néstor?, ¿de qué me hablas?
De pronto, por un instante, se quedó helado. No supo qué decir. No lograba comprender con claridad qué sucedía. La soltó.
-¿Qué decís piba?, ¿De dónde sacaste eso?
-“Prende la tele”…
La miró con cierta desconfianza pero obedeció. Caminó hasta ella y la prendió. Todos los noticieros hablaban de lo mismo. “Murió Néstor Carlos Kirchner. Falleció esta mañana en Calafate”, “La muerte de Kirchner conmueve al país”, “El adiós al hombre que cambió la argentina”
Ya no había dudas. La noticia era verdad. Todos los medios hablaban de su muerte. Giró su cabeza y la miró. Ahí estaba ella… en silencio, sentada en el viejo sillón de cuero, donde dejaba caer sus lágrimas ya sin pudor. Se acercó cuidadosamente a su lado, la abrazó con firmeza y lloraron juntos como si se conociesen desde siempre. Pero no, no se conocían. Al fin y al cabo ella era sólo una mujer que de casualidad llegó a su puerta para hacer su trabajo, de la que apenas sabía su nombre. Sí, a la que había esperado para charlar de su cotidianidad, con la que había fantaseado seducirla, en esa maldita costumbre machista y egoísta de buscar conquistarlas a todas para alimentar su ego. Pero por una jugada arbitraria de la muerte se encontraban acunándose, uno a otro, para resguardarse del dolor.
“Perdoname. No sé cómo te llamas”, le dijo ella. “Manuel”, le respondió seco.. Sus miradas se clavaron en la pantalla de tv.
Las agujas del reloj se largaron en su carrera por liberar al tiempo para llegar al momento en que el sol se esconde. Los desconocidos habían pasado toda una tarde hablando del flaco, así le decía ella a Kirchner, sin darse cuenta. El censo había perdido su sentido. Nadie quería preguntar y nadie quería responder.
La televisión les devolvía la imagen de cientos, miles de argentinos que arribaban a la plaza de mayo a despedir a ese hombre, que no era cualquier hombre, había sido presidente. Obreros, maestros, familias enteras, jóvenes silvestres, dirigentes políticos, ancianos junto a sus nietos, barriadas populares, ciudadanos de a pie todos cubrían una larga fila hacia la puerta de la casa de gobierno donde en el Salón de los Patriotas yacía el cuerpo de Néstor Kirchner, custodiado por esa mujer tan indescriptible como imprescindible, que recibía el amor de su pueblo.
-¡Vamos a la Plaza!, gritó ella. El aceptó de inmediato. Tomo las llaves de su casa, la tarjeta del colectivo y se prestó a salir…
-Perdoname, le dijo ella. No sé si queres ir, no quiero obligarte, es que… El la interrumpió…¿Qué me decís?, vamos…la tomo de la mano y fueron a la plaza…
“Hoy es un día muy triste, aunque cantemos. Porque perdimos a un líder, al que dignificó al obrero, al trabajador, al niño, a la escuela, a la medicina, a la ciencia. Yo soy una jubilada, una de las que mereció una jubilación por lavar platos y criar hijos, y eso no se lo puede olvidar nadie”, es lo primero que escucharon al llegar a la plaza.
Bajo el sol de aquella tarde en la plaza el dolor comenzaba a tener contenido político, el llanto no era más que el sentir de un pueblo que había perdido a uno de los suyos, a uno de los mejores de los suyos.
“A los pobres les devolvió la dignidad. ¡Comíamos de la basura! ¡Ahora tenemos, por lo menos la comida, la leche… y ahora se murió! Tenemos que apoyar a la señora Cristina. Los jóvenes tienen que apoyarla. Ningún presidente fue como él; Perón, Evita y Kirchner” gritaba una anciana frente al micrófono de la televisión…
Algo pasaba en esa plaza que ambos no lograban entender. Tanta gente, tan distintas unas a otras, tanto amor asfixiado por la desazón, tanta esperanza frente al abismo. Por qué todo eso, si apenas había sido un político. Un político de esa política bastardeada que años había atrás había violentado al pueblo, con la que nos habían engañado. La que había permitido y operativizado el saqueo de nuestro país.
Se miraron uno a otro, tras ese velo de cristal que blindaba sus retinas, para tratar de entender porque lo que a ellos les pasaba, le sucedía a miles que eran como ellos y a otros miles que no eran como ellos.
“Yo no soy político, soy sólo un hombre pobre de Venezuela que estoy acompañando a mis hermanos argentinos. Y quiero decirle que cuando el pueblo reacciona así, esto es un mandato, esto es un ejemplo para todas las poblaciones del mundo. Vean lo que está ocurriendo acá: ¡Un pueblo llorando a un hombre, un pueblo llorando a un hombre!”, gritaba a viva voz el hombre moreno para que todos lo escuchen. Como una bandera elevaba su grito, para que sea flameada ante el mundo…
Esa última frase le impactó…”un pueblo llorando a un hombre” ¿Qué pasó para que en tan poco tiempo, en apenas 7 años, (poco y nada en la vida política de un país), se haya pasado de aquel “que se vayan todos los políticos” a llorar desde el corazón y la razón a un político?
-¿Qué pasa Abril?, le preguntó en voz baja…No logro entender ¿cuándo un pueblo es capaz de llorar a un hombre? Ella no tardó en responder: “Cuando ese hombre lo dignifica”. Él bajó la vista ante lo evidente.
-Manuel, mirame a los ojos, lo apuro ella. Escuchame bien compañero… Un pueblo puede equivocar sus broncas, puede equivocar sus enojos, pero jamás equivoca sus lágrimas. Se puede odiar sin motivo, pero no se puede amar sin él…
Se quedó sin palabras, mirándola fijamente a los ojos. Ella miró tímidamente al piso y dejó caer su primera sonrisa. El la abrazó y juntos entraron a despedirse de ese hombre que era todo un pueblo…
Aquella plaza que despidió a Néstor Kirchner sintetizó una victoria popular, conducida por un hombre que nos devolvió la política. En esa tarde como un pétalo en flor la política había vuelto a sentir, a vivir, porque a partir del 25 de mayo del 2003 todo había cambiado. Creíamos, pensábamos, soñábamos, accionábamos, cantábamos, nos enojábamos por y para la política. Habíamos resucitado
Néstor se iba, pero nos dejaba vivos y militando enamorados de la política. Y quizás Manuel tenía razón cuando aquella mañana esperando a la censista pensó: “¡Quizás en unos minutos entre por esa puerta una dama, la invite a pasar, se siente frente a mí, y al mirarnos a los ojos uno a otro, descubramos que nos estábamos buscando sin saberlo, y al fin nos encontramos!
Sí, se estaban buscando sin saberlo y al fin se encontraron. Es que los compañeros y compañeras andamos así por la vida, buscándonos sin saberlo, pero más temprano que tarde en las grandes alamedas nos encontramos.

El palacio y la calle (Fragmento del libro «Victorias populares»)
El palacio y la calle son dos espacios en donde la política se recuesta, se activa, se pone en juego. En el palacio suele ubicarse “el poder”, sobre todos para aquellos que creen que este es sólo el ejercicio de una estructura de gobierno ya sea política, religiosa o de un sistema económico. Quienes sostienen este concepto sitúan a “la calle” como el territorio en donde se lo pone en discusión o se lo legitima. Si bien no es una mirada desacertada, si es incompleta. “La calle” es también un lugar de poder, porque es donde un pueblo se planta, donde visibiliza en sus distintas expresiones de poder y las echa a andar. La calle es la cordillera libertaria de los descamisados de la patria. Subestimar a “la calle” es desmerecer el lugar de la política por excelencia.
Desde el palacio se suelen tomar las decisiones que hacen al quehacer cotidiano de los habitantes. Se definen las medidas que dibujan el presente y garabatean el futuro de toda una comunidad. En la calle se mide la temperatura de estas, transitan sus consecuencias en estado puro, en madera cruda y es donde se escucha la más maravillosa música, la del pueblo.
No pocas veces “la calle” acusa al palacio de ser el aguantadero en donde suelen regodearse y al mismo tiempo esconderse un sector de la “clase política”. Aquellos que se lo arrogan todo: la idea de democracia, de justicia y de república. En “la calle, según los ojos del palacio, no pocas veces, está el desorden, la masa, lo peligroso, lo marginal, lo bruto.
¿Pueden el palacio y la calle estar en sintonía, romper esos prejuicios, que los gritos del cemento lleguen a los grandes salones y exista un objetivo común? Claro que sí, aunque no ha sido lo más habitual en nuestra historia. Por lo general el palacio y la calle han estado enfrentados, y alguna vez ambos espacios pudieron fusionarse en una misma mirada de pueblo y de país, esto se ha dado en los gobiernos populares de nuestra región. Por aquellos años la calle dejó de ser del todo calle y el palacio deja de ser del todo palacio y cuando esto aconteció la democracia fue más leal con su propia esencia. Pero en estos últimos años el palacio se aferró cada vez más a su omnipotencia despectiva y autoritaria y la calle lo contrarresto desplegando abiertamente su resistencia. Fueron años en los que, escondidos tras las cortinas de las grandes salas, controlaron qué pasaba allí afuera. Se asomaron temerosos y temerarios y ordenaron, una y otra vez, reprimir esas imágenes que desde abajo incomodan a la impunidad de los de arriba. A “la clase” que a menudo habita los palacios no les gusta la gente en las calles y cuando la calle lo advierte se moviliza a las puertas del palacio y todo comienza a arder.
El 2019 se escapó entre las calles incendiadas de Quito, Santiago de Chile, Valparaíso, Bogotá, entre otras, bajo el fuego del hartazgo, del límite, del calor de una nueva época.
El pueblo chileno dijo ¡basta! y exigió que abran sus enormes ventanas, que salgan detrás de los anchos portones, que ya no quieren vivir en un principado. De igual manera Colombia se animó, como pocas veces lo hizo en su historia, a echarles piedras a los ventanales del castillo. En Quito los indígenas salieron de sus calles de tierra para pisar las aceras hasta las puertas del palacio. En nuestro país por el calendario electoral el palacio abría sus puertas para renovar a sus habitantes, por lo tanto las elecciones evitaron profundizar el fuego de la calle que se mantuvo vivo los 4 años de macrismo. Y a hoy nada está cerrado, nada está resuelto. ¿Son casualidades que estas reacciones se den en forma simultánea? Nada en nuestra historia mancomunada fue casualidad.
Desde el palacio chileno gobierna el multimillonario Sebastián Piñera Echenique que ostenta el puesto número 4 en el podio de los humanos más ricos de Chile con U$2800 millones. Según el último ranking de la revista Forbes, que mide las riquezas de los multimillonarios, alrededor del mundo, Piñera se ubica en el puesto 859, a nivel mundial. Sólo existen en el mundo 858 personas que poseen mayor fortuna que él. Para un mundo donde habitan 6000 millones de personas, no está nada mal. En un planeta en donde el 1% de los ricos del mundo acumula el 82% de la riqueza global ser uno de esos pocos miles debe ser motivo suficiente para no quejarse, al menos.
Los palacios suelen responder a los intereses económicos de estos tipos billonarios, pero en el caso de Chile el palacio está atendido directamente por su propio dueño. Por lo tanto cuando desde la calle se grita que van por el modelo, que el cambio que exigen es por un modelo, están manifestando que van por ellos, que van por él, por Piñera Echenique.
En las paredes de los palacios ecuatorianos, en cambio, se escribe el futuro con la tinta del traidor: Lenín Boltaire Moreno Garcés quien fuera elegido por el ex presidente Rafael Correa para sucederlo y que por tal motivo y a partir de su apoyo llegó a la presidencia de la Nación, es quien ha entregado los destinos de su patria a las garras del FMI. Y por eso Quito despertó para alzar su voz. No era lo pactado, no era lo prometido, no era lo votado.
Aún en los palacios de Brasil beben y ríen con cierta impunidad. El monstruo De Jair Bolsonaro llegó al poder porque previamente metió preso al mayor líder de toda la historia de Brasil, Ignacio Lula Da Silva. Fue la proscripción la que permitió al bolsonarismo nazi llegar a la presidencia. Por estos lados, en Argentina fueron los votos quienes echaron por la puerta de atrás, por los jardines del fondo, al gobierno neoliberal de Mauricio Macri…
Desde los palacios se suele gobernar con las ventanas cerradas; no se huele el olor de la calle, no se escuchan sus gritos, mucho menos se entiende de lo frío de su invierno y de lo asfixiante de su verano. En los palacios se habla de modernidad, globalización y progreso y en las calles se tiene hambre y quienes más lo tienen son cada vez más niños.
En los palacios se habla de miles de puestos de trabajo que siempre están por venir y en la calle deambulan los trabajadores mal pagos, los desocupados, los explotados. Bajo sus luminosas arañas se habla de la educación del futuro y bajo los magros salarios los maestros abandonan el aula para salir a la calle a oponerse a las políticas del palacio.
En sus largas y brillosas mesas se acumula el capital que se le pide a los organismos internacionales de crédito y el afuera espera que ese dinero llegue en obras, en salud y vivienda, pero jamás derrama. Porque el palacio nunca derrama, jamás derrama…
Desde allí se ordena la represión y violencia y la calle se hace cementerio de cientos de muertos, los mismos de siempre, aunque con distintos nombres.
Y así día a día, ante tanta sordera, ante tanta inmoralidad y tanto desprecio por el dolor ajeno, la calle comienza a ser un lugar inhabitable. Y adentro pronto se arman hasta los dientes, y la calle golpea más y más fuerte… Y los muros se resquebrajan lentamente, y está bien que así sea…
Los escribas del palacio buscan que la sociedad se asuste de la reacción popular, en muchos casos que se asuste de él mismo, de su propia reacción y de la acción de la que forma parte. “¡Que el orden del modelo vuelva pronto y con él la tranquilidad!”
La reacción popular, el primer grito que busca ser límite, aunque no suena aún lo suficientemente fuerte para quebrar sus cristales son las semillas de posibles y futuras victorias que ya gozan de conciencia, de empoderamiento, de decisión y de acción, pero que sólo se conseguirán si se hacen con tiempo, inteligencia, conciencia, organización y conducción política.
En las calles latinoamericanas se están sembrando futuras victorias y el poder lo sabe. Por eso el 16 de octubre del 2019 el payaso de Luis Almagro, bufón de la embajada norteamericana y Secretario General de la OEA, ante estas revueltas populares escribió un comunicado donde afirmó: “Las actuales corrientes de desestabilización de los sistemas políticos del continente tienen su origen en la estrategia de las dictaduras bolivariana y cubana, que buscan nuevamente reposicionarse, no a través de un proceso de reinstitucionalización y redemocratización, sino a través de su vieja metodología de exportar polarización y malas prácticas, pero esencialmente financiar, apoyar y promover conflicto político y social (…) “Las brisas bolivarianas no son bienvenidas en este hemisferio. Condenamos firmemente la amenaza de exportar malas prácticas y desestabilización a Colombia realizada por ese personero de la dictadura bolivariana (…) La crisis en Ecuador es una expresión de las distorsiones que las dictaduras venezolana y cubana han instalado en los sistemas políticos del continente (…) La Secretaría General de la OEA reafirma su obligación de proteger los principios democráticos y los derechos humanos, y de defenderlos donde éstos sean amenazados. Asimismo, se mantiene a la disposición de los Estados Miembros en sus esfuerzos para hacer frente a los factores de desestabilización organizados por la dictadura venezolana y cubana”
Luis Almagro y la OEA parecían no concebir los derechos de los pueblos a peticionar y manifestarse frente a sus autoridades. “Quienes los hacen es porque han sido cooptados por el demonio cubano y venezolano”
Lo que está claro es que el poder se niega a aceptar que en la región se respiran vientos bolivarianos, porque son vientos independentistas. Independizarse del neoliberalismo en sus variadas formas, es la conciencias que sobrevuela en estos tiempos. Las nuevas cadenas que por estas épocas esclavizan a la región no son otra cosa que las políticas de un modelo que empobrece a las mayorías, y esas mayorías se han echado a andar. Y sí, empujados por los vientos bolivarianos alzan la voz ante la represión y recuerdan palabras de Simón Bolivar: “Maldito el soldado que apunta las armas contra su pueblo” y mientras marchan hacia el palacio para ponerle fin al modelo lo recuerdan nuevamente al libertador: “Cuando la tiranía sea hace ley la rebelión es un derecho”.

«La historia la eligio a usted» (Editorial del 3 de diciembre del 2019)
Uno debería comenzar este editorial agradeciéndole a la vida el ser contemporáneo a un liderazgo como el de Cristina Fernández de Kirchner.
Lo que hizo ayer Cristina frente al tribunal que la juzga por supuestos hechos de corrupción con la obra pública, no fue otra cosa que demostrarnos, una vez más, que el coraje es un valor político. Y qué decir las cosas como son, en un país en donde se tiene el terror permanente al decir, por miedo al qué dirán, por miedo a los panelistas de tv, por miedo a la tapa de los diarios, por miedo, por miedo, por miedo… Cristina lo dijo casi todo, por no decir todo. Y enseñó que nada puede hacerse de la mano del miedo y que nada puede hacerse sin el coraje adecuado, en el momento adecuado.
Cristina ayer los desarmó a todos y a cada uno con nombre y apellido. Y en su defensa desnudó al poder real en la Argentina y a los medios y su manipulación y su tortura mental sobre el pensar, esa enorme maquinaria de cosificación y de idiotización que significan los medios, sobre todo Clarín y La Nación. A la justicia, el ejército inquisidor del capital concentrado, que encarcela, que persigue, que encierra, que vulnera la democracia. Y al poder político que no es otra cosa que la vieja clase oligárquica que defiende el interés de los poderes concentrados.
Si alguien quiere ver cómo funciona el poder dominante, el modelo, tiene que escuchar a Cristina, porque lo que han hecho con ella en términos judicial, es el mecanismo idéntico de cómo aplican lo económico, lo social, lo cultural a cada uno de nosotros. Los medios estigmatizan y persiguen a las víctimas del modelo, la justicia encarcela a las víctimas del modelo, por eso las cárceles están llena de pobres y el poder político los saquea por tanto los transforma en víctimas. El mismo modus operandis…
Pero quiero quedarme con la frase con la que Cristina cerró su descargo:” La historia ya me absolvió” Y sí. No hay dudas. Fidel Castro fue quien pronunció esta frase haya por el 16 de octubre de 1953 cuando fue condenado a 15 años de prisión por el régimen de Batista por el asalto al Cuartel Moncada en Cuba.
Y no hay dudas la historia absolvió a Fidel Castro, sólo un necio puede negarlo. Y no hay dudas que la historia absolvió a Cristina Kirchner. Pero preguntémonos qué historia la absolvió. Porque no hay una sola historia. La absolvió la historia que escriben los pueblos. Porque la historia que escriben los dueños de la pluma, de la tinta y la palabra, esa historia está escrita con la sangre de los más débiles, sangre que hicieron correr para robarles la pluma, la tinta y la palabra.
Ellos podrán escribir la historia que se estudia en algunas instituciones educativas de cierto prestigio, la historia que se lee en los museos, pero jamás podrán escribir la historia que recorre las esquinas de las barriadas, porque no podrán escribir la historia del trabajador, del obrero, de los niños, esa historia ya la escribió el peronismo y el kirchnerismo como parte de él la reinscribió. Y no la han podido tachar.
Jamás podrán escribir la historia que se garabatea día a día en la casas humildes, laburantes… Ya no podrán escribir ninguna historia que borre, que censure lo que significó el peronismo. ¿O alguien cree que podrán tapar la historia de Fidel y Cuba, la de Chávez y Venezuela, o la de Evo y Bolivia, Lula y Brasil?
Es que nos disputamos, desde que el mundo es mundo, que historia se impone, no quien la escribe. La escribimos todos, pero la lucha es por la visibilidad de la que nos damos a construir. No les alcanza el odio para detener esta, nuestra historia que ayer inscribió una de sus grandes páginas.
Cristina Fernández de Kirchner y su pueblo en ella, les dio una paliza en términos jurídicos, en términos humanos, en términos históricos, en términos sociológicos, en términos culturales, en términos de relaciones de poder, en términos comunicacionales, en términos de poner en discusión lo que llama verdad y lo que es mentira.
¿Y las formas? ¿En serio qué le piden formas? Les aseguro que fue demasiado ubicada, demasiado respetuosa, demasiado serena en decir lo que dijo sentada frente a ese tribunal que hizo que hoy Florencia Kirchner, su hija, esté luchando contra una enfermedad generada por su odio. Agradezcan que las formas de Cristina no sean directamente proporcionales a las formas de sus verdugos. Esos sí hubiese sido trágico.
Y al mismo tiempo creo que es injusto decir que a Cristina la historia la absolvió. Nuestra historia, la que escriben los pueblos. Es que este pueblo no tiene de que perdonarla Cristina, este pueblo no tiene que absolverla de nada Cristina. Todo lo contrario. Si este pueblo tuvo voz, si este pueblo tuvo presencia política, si este pueblo tuvo vida es porque existió una mujer como Cristina Kirchner.
La acusaron de chorra, la acusaron de asesina, acusaron a sus hijos, enfermaron a sus hijos. Disfrutaron de la muerte de su compañero. La quisieron presa, la acusaron de terrorista, le gritaron yegua y le gritaron puta. La trataron de loca, la querían apedreada en cuanta plaza pública se preste, le montaron grandes muñecos con su cuerpo, con su rostro y la ahorcaron el pleno obelisco. La dieron por muerta, le desearon el desprecio, la empujaron al olvido. Y ahí estaba ayer; erguida, afónica, vehemente, firme defendiéndose, defendiendo a su hija ¡carajo!, y a su compañero y a todo un pueblo que supo dignificar cuando fue gobierno.
Ayer Cristina aseguró: “este tribunal seguramente tiene la condena escrita. No me interesa. Yo elijo la historia…Y ahí permítame disentir Cristina. Usted no eligió la historia. La historia de los pueblos que se quieren libres y dignos la eligió a usted.
